¡Escándalo! Alfredo Saade, exjefe de despacho del presidente Gustavo Petro, ha lanzado acusaciones explosivas que sacuden los cimientos del gobierno. En un giro inesperado, tras su abrupta remoción y nombramiento como embajador en Brasil, Saade no ha dudado en señalar a sus propios compañeros como traidores, describiendo una atmósfera de “fuego amigo” que recuerda al caos político de Bolivia.
Desde su salida, que ocurrió en medio de rumores sobre una posible sanción disciplinaria, Saade ha expresado su descontento a través de redes sociales, revelando una lucha interna que podría desestabilizar aún más la administración de Petro. Su mensaje, que menciona a “desleales felices en sus cargos”, sugiere que fuerzas internas trabajan activamente para socavar su posición, dejando a muchos preguntándose quiénes son esos enemigos ocultos.
La rapidez de su traslado a Brasilia ha sido interpretada como un intento del presidente Petro por calmar las aguas y evitar un desgaste mayor. Sin embargo, la designación de Saade ha sido recibida con desdén, ya que su influencia se verá severamente limitada. La distancia geográfica y el acceso restringido al presidente son factores que complican aún más su capacidad de acción.
Se rumorea que la tensión se intensificó entre Saade y figuras clave como el ministro del Interior, Armando Benedetti, así como con el director de DAPRE, Ángel Rodríguez. La falta de armonía ha dejado al descubierto un entorno de rivalidades y desconfianza que podría amenazar la estabilidad del gobierno.
Lo que está claro es que la salida de Saade no es solo un cambio de personal; es un reflejo de las complejas dinámicas de poder que operan en la Casa de Nariño. A medida que se revelan estas tensiones, el futuro del gobierno de Petro pende de un hilo, y la pregunta persiste: ¿quiénes serán los próximos en caer en este juego de traiciones y lealtades quebrantadas? La política, en su esencia más cruda, continúa siendo un campo de batalla donde la ambición y la deslealtad son moneda corriente.