La creciente alianza militar entre Rusia y China representa una amenaza significativa para la OTAN y el equilibrio global. Recientemente, se ha confirmado que 600 soldados chinos recibirán entrenamiento militar en Rusia, lo que marca un avance en la cooperación entre ambas naciones. Este adiestramiento no es genérico; está diseñado específicamente para neutralizar las capacidades y armamento de la OTAN, utilizando la experiencia rusa adquirida en el conflicto de Ucrania.

Los objetivos son claros: Rusia y China buscan fortalecer su capacidad militar mediante el intercambio de tácticas y conocimientos. El enfoque se centra en la formación de tropas chinas en tácticas anti-OTAN, así como en el uso de vehículos pesados, artillería y defensa aérea. Además del entrenamiento, la alianza también contempla el suministro de componentes militares. Informes de inteligencia occidental sugieren un flujo constante de tecnología china hacia Rusia, que incluye componentes para drones de combate y misiles balísticos.

La colaboración entre estas potencias no solo se limita al ámbito militar, sino que también abarca tecnología de doble uso, que puede ser utilizada tanto en aplicaciones civiles como militares. Este tipo de tecnología es difícil de controlar por Occidente, lo que plantea un desafío significativo.

La situación se complica aún más al considerar la perspectiva de un conflicto en Taiwán. China está observando y aprendiendo de las tácticas rusas en Ucrania, preparándose para una posible contingencia en la región. La experiencia rusa podría proporcionar a Pekín una ventaja estratégica en cualquier enfrentamiento futuro.

La OTAN debe considerar esta alianza como una preocupación prioritaria, ya que la guerra en Ucrania podría estar alimentando otros conflictos proxy en el mundo, con China desempeñando un papel central. La combinación de la experiencia militar rusa y el creciente poderío chino podría redefinir el panorama geopolítico, haciendo que la comunidad internacional preste atención a esta peligrosa colaboración.