El mundo se detuvo esta mañana a las 7:35, cuando la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, a los 88 años, sacudió los corazones de millones. Rodeado de la majestuosidad del Vaticano y la solemnidad de la Basílica de San Pedro, el líder espiritual más influyente de nuestra era se apagó tras una dura batalla contra una neumonía. La tristeza se esparció como un manto oscuro desde Buenos Aires hasta Roma, desde las favelas de Brasil hasta los campos de refugiados en Medio Oriente.
Francisco, conocido como el “Papa del pueblo”, dejó un legado de amor, humildad y justicia social que resonará por generaciones. Su vida fue un testimonio de servicio y dedicación a los más necesitados, y su mensaje de inclusión rompió barreras, acercando la Iglesia a quienes se sentían excluidos. Su cercanía con los pobres, su lucha contra el cambio climático y su llamado a la paz fueron pilares de su papado, transformando la percepción de la Iglesia en el siglo XXI.
La Plaza de San Pedro se llenó de fieles, con lágrimas y oraciones, recordando sus enseñanzas sobre la misericordia y el perdón. En sus últimas horas, rodeado de su círculo más cercano, su rostro reflejaba serenidad, como si estuviera listo para reunirse con Dios. “Les dejo la paz”, fueron sus últimas palabras, un mensaje que resonará en los corazones de aquellos que lo conocieron.
La comunidad cristiana y el mundo entero lloran la partida de un hombre que desafió las convenciones y abogó por un mundo más justo. Francisco, el Papa de los pobres, se ha ido, pero su espíritu y su mensaje de amor y misericordia vivirán en cada uno de nosotros. La historia de un hombre que vino del fin del mundo y cambió el rumbo de la Iglesia ha llegado a su fin, pero su legado permanecerá como un faro de esperanza en tiempos de oscuridad. ¡Hasta siempre, Santo Padre!