Rusia ha dado un golpe inesperado al orden energético y geopolítico global al iniciar el envío de gas natural a México, lo que marca el comienzo de una alianza estratégica que podría transformar el panorama energético en América Latina. Gazprom, el gigante energético ruso, ha comenzado a transportar gas natural licuado (GNL) a México mediante una flota de más de 100 buques metaneros, lo que podría generar ingresos anuales de hasta 10,000 millones de dólares para la economía mexicana. Este movimiento no solo tiene implicaciones comerciales, sino que también podría alterar las relaciones internacionales en la región.
La construcción de una refinería de gas natural en México, respaldada por Gazprom, tiene como objetivo convertir al país en un centro de procesamiento y distribución de energía para América Latina. Esta expansión representa un desafío directo a la influencia tradicional de Estados Unidos en la región y subraya la intención de Rusia de diversificar sus relaciones comerciales más allá de Europa. La reacción de Washington no se ha hecho esperar; el presidente Donald Trump ha calificado de inaceptable la entrada de Gazprom en México y ha advertido sobre posibles sanciones adicionales.
Este acuerdo no solo afecta a México y Rusia, sino que puede reconfigurar el equilibrio energético en América Latina, con países como Colombia, Brasil y Argentina mostrando interés en importar gas natural mexicano. Además, la colaboración entre México y Rusia podría fortalecer los lazos de México con el bloque BRICS, lo que representaría un desafío para la hegemonía estadounidense y una reafirmación de un enfoque multipolar en la política internacional.
La llegada del gas ruso a México no solo es un contrato comercial; es un hito que marca el inicio de un nuevo orden energético y político en el hemisferio occidental. Este movimiento podría convertir a México en un nodo de interconexión energética entre Rusia, China, India y el resto de América, elevando la influencia del BRICS en la región. La respuesta de Estados Unidos parece centrarse en el aislamiento y las sanciones, pero el mundo ha cambiado. El gas ruso en México simboliza una línea divisoria entre un viejo orden unipolar y un nuevo orden multipolar que está en pleno desarrollo.