La inesperada fortuna de Pedro Infante ha desatado un escándalo que conmociona a México. A tan solo horas de su trágica muerte en un accidente aéreo el 15 de abril de 1957, mientras millones lloraban la pérdida del ídolo, su hogar fue saqueado por aquellos que supuestamente lo amaban. No se trataba de extraños, sino de su propia familia, quienes, en lugar de rendir homenaje, se lanzaron a vaciar su casa de muebles, documentos y recuerdos.
Pero esto es solo el principio de una historia marcada por la traición y la ambición. Antonio Matuk, su manager, se convirtió en el principal beneficiario de la fortuna de Infante, un legado que, sin testamento, quedó prácticamente a merced de este hombre que había sido como un hermano para el actor. En cuestión de días, propiedades, autos y regalías pasaron de ser parte del patrimonio de Pedro a pertenencias de Matuk, mientras su familia se debatía en pleitos legales por lo que quedaba.
La falta de un testamento fue una decisión fatal para Infante, quien confiaba ciegamente en Matuk. Mientras su familia luchaba por migajas, el manager movía papeles y aseguraba la fortuna del ídolo para sí mismo. Lo más perturbador es que, a medida que la tragedia se desarrollaba, rumores oscurecen aún más la muerte de Pedro, sugiriendo que pudo haber más que un simple accidente detrás de su caída.
Las traiciones no terminaron ahí. Otros nombres emergieron, vinculados a un oscuro entramado que se benefició de la muerte del ícono. Su legado, que debería haber perdurado, fue sistemáticamente borrado, y su familia, despojada de lo que legítimamente les pertenecía, se vio obligada a luchar durante décadas para recuperar su dignidad.
La historia de Pedro Infante no es solo la de un ídolo caído, sino la de un legado que, a pesar de la traición, sigue vivo en el corazón de millones. Su voz y su imagen perduran, recordándonos que incluso en la oscuridad, la verdad siempre encontrará la forma de salir a la luz.