A 31 días de la trágica muerte de Rubby Pérez, Antonio Espayat, dueño de la discoteca Jetset, rompe el silencio y revela lo inesperado en medio de un clamor nacional por justicia. La noche fatídica, donde más de 220 personas perdieron la vida y cientos más resultaron heridas, marcó un antes y un después en la República Dominicana. La música se detuvo abruptamente, y lo que comenzó como una celebración se convirtió en un infierno tras el colapso del techo del local. Las advertencias ignoradas y los signos de deterioro fueron minimizados, dejando una profunda herida en la sociedad.
Espayat, quien mantuvo un silencio ensordecedor durante días, finalmente emitió una carta al Ministerio Público, prometiendo colaborar con la justicia. Sin embargo, su tardía respuesta ha sido recibida con escepticismo y rabia; muchos se preguntan si su intención es realmente ayudar o simplemente limpiar su imagen tras la tragedia. Los testimonios de sobrevivientes que ya habían advertido sobre las condiciones peligrosas del Jetset han intensificado las acusaciones de negligencia.
Mientras tanto, la presión mediática aumenta y las voces de las víctimas siguen resonando en cada rincón del país. La indignación crece. Las familias de los fallecidos exigen respuestas: ¿por qué no se tomaron medidas antes de la catástrofe? ¿Quiénes son los verdaderos responsables de esta tragedia anunciada? La comunidad está demandando justicia, y la presión sobre Espayat y otros implicados no cesa.
El dolor de aquellos que perdieron a seres queridos se siente en el aire, y la pregunta que queda es clara: ¿será suficiente la promesa de justicia de Espayat, o se convertirá en otra historia de impunidad? La República Dominicana, sacudida por el luto, se enfrenta a un momento crítico: es hora de exigir respuestas y rendir cuentas.