Ferrari se encuentra en una crisis sin precedentes tras decidir cancelar todos los actualizaciones de su monoplaza, una decisión que ha dejado a los aficionados y expertos boquiabiertos. En un inicio de temporada que prometía ser histórico con la llegada de Lewis Hamilton, la Scuderia se ha hundido en la mediocridad, logrando solo un podio en seis carreras. El caos se desató en el Gran Premio de Miami, donde la falta de estrategia y decisiones tardías desnudaron las debilidades internas del equipo.
Hamilton, frustrado, mostró su descontento con el equipo tras una serie de decisiones erróneas, como el uso de neumáticos inadecuados y órdenes de equipo que llegaron demasiado tarde. “Así no funciona el trabajo en equipo”, dijo el siete veces campeón del mundo, reflejando la creciente tensión entre él y la dirección de Ferrari. Mientras otros equipos como McLaren y Red Bull siguen avanzando, Ferrari se ha paralizado en un “túnel oscuro”, congelando cualquier desarrollo técnico hasta que se resuelva un problema de gestión de neumáticos que parece inabarcable.
Las consecuencias son alarmantes. Las relaciones entre Hamilton y el equipo se están deteriorando, y la falta de decisiones audaces está convirtiendo a Ferrari en un organismo paralizado por el miedo. Con cada carrera sin mejoras, la distancia con la competencia se agranda, y los rumores de tensiones internas crecen. Ex pilotos y analistas advierten que esta indecisión podría costarle a Ferrari su mejor piloto, con especulaciones de que Hamilton podría considerar romper su contrato si la situación no mejora.
La pregunta que ronda en el paddock es inquietante: ¿cuánto tiempo le queda a Ferrari para recuperar la confianza de su estrella antes de que sea demasiado tarde? La Scuderia debe actuar con rapidez y valentía si quiere salvar no solo la temporada, sino su legado en la Fórmula 1.