Hace 16 días, el mundo del merengue sufrió una pérdida devastadora con la muerte de Rubby Pérez, un ícono que dejó una huella indeleble en la música latina. Su trágica partida en el colapso del Jetset en Santo Domingo, donde salvó a su hija Zulinka, ha electrificado a millones de fanáticos y ha reavivado el legado de un artista que, desde los años 80, definió el ritmo caribeño con su voz potente y su carisma inigualable.
A pesar de su ausencia, la música de Rubby resuena más fuerte que nunca. Con 1,3 millones de oyentes mensuales en Spotify y un aumento del 40% en las reproducciones de sus canciones tras su muerte, su arte sigue vivo, conectando generaciones y culturas. La conmovedora declaración de su hija, Aria Pérez, en redes sociales, “te amo mi viejito”, encapsula la esencia del amor que trasciende la muerte. Las emociones se desbordan mientras sus seguidores comparten recuerdos de momentos inolvidables en los que la música de Rubby fue la banda sonora de sus vidas.
La tragedia del Jetset, que dejó a 221 víctimas y 155 heridos, ha suscitado indignación y un llamado a la justicia, pero también ha unido a dominicanos y colombianos en un duelo compartido. La música de Rubby se ha convertido en un refugio para el dolor, y su legado de generosidad sigue inspirando a su hija, quien, a través de su activismo y su propia carrera musical, busca honrar la memoria de su padre. La fundación que Aria ha comenzado a forjar promete ser un faro de esperanza para jóvenes músicos, asegurando que el merengue no muera, sino que florezca en nuevas generaciones.
El sacrificio de Rubby, un acto heroico que simboliza el amor paternal, ha elevado su figura a la de un héroe. Mientras el merengue enfrenta la competencia del reggaetón, el talento de Aria y el poder del legado de su padre ofrecen una luz de esperanza en un momento de oscuridad. Rubby Pérez no solo fue un rey del merengue, sino un símbolo de amor y generosidad que, a través de su música, sigue uniendo corazones en toda América Latina.