La reciente expulsión de Doña Letizia Ortiz del funeral de un familiar del Rey Felipe VI ha desatado una ola de controversia y escándalo en la Casa Real española. Este evento, que tuvo lugar el pasado 3 de febrero en Italia, ha puesto de manifiesto las tensiones familiares y los rumores sobre la vida personal de la reina consorte, quien ha sido objeto de acusaciones de infidelidad.
El funeral se celebró en la iglesia de San Humberto, donde se reunieron numerosos miembros de la familia real italiana para rendir homenaje a Víctor Manuel de Saboya, primo del Rey Juan Carlos I, quien falleció a los 87 años. Sin embargo, la notable ausencia de Doña Letizia ha levantado sospechas y especulaciones. Según informes, la familia del difunto optó por no invitar a la reina consorte debido a su deseo de mantener el evento alejado de los medios y del escándalo mediático que la rodea.
Las acusaciones de infidelidad, lanzadas por su excuñado Jaime del Burgo, han añadido combustible a esta crisis. Del Burgo ha afirmado tener pruebas que revelan encuentros extramaritales entre él y Doña Letizia, lo que podría tener consecuencias devastadoras para la imagen de la monarquía española. La decisión de la familia de Víctor Manuel de Saboya de excluir a Doña Letizia del funeral sugiere un intento de evitar que el evento se convierta en un espectáculo mediático, evidenciando así la gravedad de la situación.
La ausencia de la reina consorte no solo plantea preguntas sobre su relación con la Casa Real, sino que también refleja un momento crítico para la monarquía española, que se enfrenta a una creciente presión pública y mediática. A medida que este escándalo se desarrolla, la atención se centrará no solo en las revelaciones de Del Burgo, sino también en cómo la familia real manejará las repercusiones de estos eventos. La Casa Real, en un estado de parálisis, se encuentra en un momento decisivo que podría redefinir su futuro y su relación con el pueblo español.