¡ESCÁNDALO EN COLOMBIA! Gustavo Petro, presidente de la nación, enfrenta serias acusaciones de incitación a la violencia tras el intento de asesinato contra Miguel Uribe, exalcalde de Bogotá. Las palabras del mandatario, que han calificado a sus opositores de “nazis” y “esclavistas”, están siendo examinadas bajo un nuevo prisma: ¿puede Petro ser considerado un “asesino intelectual”?
La retórica incendiaria de Petro ha creado un ambiente de polarización extrema, donde la violencia contra sus críticos se vuelve casi legítima para ciertos sectores radicalizados. Este clima de odio no es solo un desliz retórico; es un peligro real que amenaza con desestabilizar la democracia colombiana. Las palabras del presidente, lejos de ser simples descalificaciones, se convierten en un combustible para la agresión.
Desde la filosofía y el derecho, la responsabilidad moral de un líder que incita al odio es clara. La historia ha demostrado que discursos como el de Petro pueden preceder a actos de violencia política. El caso de Miguel Uribe no es aislado; es un reflejo de un patrón que podría llevar a Colombia a un abismo de autoritarismo.
La comunidad internacional, los medios y la ciudadanía deben actuar con urgencia. La democracia no solo se defiende en las urnas, sino también en el respeto al diálogo y al disenso. La irresponsabilidad moral de Petro, al usar el odio como herramienta política, debe ser condenada. Colombia no puede permitir que se consolide una dictadura disfrazada de socialismo. El tiempo para actuar es ahora. ¡No podemos quedarnos callados!