La tormenta que azota la provincia de Buenos Aires no da tregua. En las últimas horas, el caos se ha apoderado de ciudades que parecen sumergirse bajo el agua, convirtiendo calles en ríos desbordados. La alerta roja se mantiene activa, afectando a numerosos partidos, entre ellos Junín, Pergamino y San Vicente. La situación es crítica y no parece mejorar.
En un panorama devastador, la lluvia ha dejado acumulaciones de hasta 275 mm en localidades como Sarandí en cuestión de horas, un número alarmante si se considera que la media de mayo es de 150 mm. La gente se enfrenta a una realidad desoladora: evacuaciones en marcha, hogares inundados y la incertidumbre de lo que vendrá.
El clima no solo ha traído lluvias torrenciales; un nuevo frente frío se aproxima, trayendo consigo vientos peligrosos y la posibilidad de granizo. Las advertencias son claras: el fenómeno que se avecina podría ser más severo y destructivo. La población se encuentra en estado de alerta, preparados para lo peor mientras los meteorólogos advierten sobre las condiciones climáticas extremas que se despliegan sobre casi tres cuartos de Argentina.
Las imágenes de la devastación son desgarradoras. Familias enteras luchan contra el avance del agua, recordando que lo que ha caído es solo el principio. La desesperación se siente en el aire, pero también hay un sentido de comunidad que brota entre los afectados, quienes se ayudan mutuamente en esta crisis. La tormenta puede ser implacable, pero la resiliencia de la gente de Buenos Aires brilla en medio de la adversidad.
Mientras el cielo sigue oscureciéndose, la pregunta que todos se hacen es: ¿cómo se recuperarán de esta devastación? Con cada gota que cae, crece la esperanza de que pronto el sol vuelva a brillar sobre estas tierras, pero por ahora, la tormenta sigue haciendo de las suyas.