La situación de Lewis Hamilton ha tomado un giro alarmante tras cinco carreras en Ferrari. Lo que se esperaba que fuera un cuento de hadas se ha convertido en una pesadilla palpable. El Gran Premio de Arabia Saudita reveló la magnitud de sus problemas, dejando a fanáticos y expertos preguntándose qué está sucediendo realmente. Calificó en un decepcionante séptimo lugar, a seis décimas de su compañero de equipo Charles Leclerc. Durante la carrera, Hamilton terminó en el mismo puesto, pero a una asombrosa diferencia de 30.969 segundos del líder.
Su evaluación fue despiadada: “Fue un desastre en términos de ritmo”, confesó. Su lucha con el SF25 es evidente; ni un solo momento se sintió cómodo en el auto, lo que sugiere una desconexión total entre piloto y máquina. La presión psicológica es palpable, y sus palabras reflejan a un campeón que está perdiendo la confianza. “Sé que los fans no están contentos, y tampoco el equipo. Yo no estoy contento con mis resultados”, dijo con frustración.
Hamilton ha decidido cancelar planes personales para trabajar en la fábrica de Ferrari, un cambio drástico que contrasta con la euforia que sintió al conseguir la pole en China. Este desánimo se agrava al reconocer que no ve una solución a corto plazo. “Esto es lo que va a ser el resto del año, simplemente va a ser doloroso”, afirmó, descartando incluso el Gran Premio de Miami.
Desde un punto de vista técnico, Hamilton enfrenta problemas graves de subviraje y degradación de neumáticos, sin poder conectar con el auto. Aunque los datos sugieren que no hay grandes diferencias con Leclerc, el rendimiento claramente no está a la altura. El director del equipo, Fred Vasseur, defiende a su estrella, asegurando que trabajarán para encontrar soluciones, pero las palabras de Hamilton resuenan ominosamente. La temporada que prometía tanto ahora se presenta como un laberinto sin salida para uno de los más grandes en la historia de la Fórmula 1.