En los años dorados de la España de los 90, cuando la fama brillaba tanto como los flashes de los paparazzi, se tejía en la sombra una historia prohibida que estremeció a todo un país. Isabel Pantoja, la viuda más famosa de España, y Encarna Sánchez, la voz más poderosa de la radio, compartían algo más que amistad: un vínculo tan intenso que rozaba la locura.
Lo que comenzó como admiración mutua pronto se convirtió en una relación cargada de celos, secretos y poder. Encarna no solo la protegía… la vigilaba, la controlaba, la poseía. Desde los vestidos que Isabel debía usar hasta las personas con las que podía hablar, todo pasaba por el filtro de Encarna. A cambio, Isabel le ofrecía devoción absoluta… hasta que el brillo se volvió sombra.
Las fiestas privadas, los regalos millonarios y los viajes secretos eran solo una fachada de un amor envenenado. Fuentes cercanas afirmaban que Encarna llegó a contratar detectives para seguir los pasos de Isabel, convencida de que la tonadillera la traicionaba. La obsesión alcanzó su punto máximo con la famosa finca La Garza, símbolo de poder y desconfianza. Dicen que allí se libraron las discusiones más violentas, donde los gritos de ambas podían escucharse a kilómetros.
Pero el golpe final llegó con un nombre: María del Monte. Cuando Encarna vio las fotos de Isabel riendo y abrazada a María en la playa, su mundo colapsó. Llamadas, amenazas, cartas… todo se salió de control. Aquella noche, según se rumorea, Encarna rompió todo lo que tenía de Isabel: fotos, joyas, cartas. Desde entonces, su salud comenzó a deteriorarse.
En sus últimos días, Encarna juró que Isabel “le había robado la vida”, mientras Isabel, devastada, se refugió en el silencio y nunca acudió a su funeral. Una ausencia que muchos interpretaron como venganza… o como miedo.
Hoy, décadas después, los audios ocultos de Isabel confirman lo que España sospechaba: fue una historia de amor y poder que terminó convertida en guerra y locura.
Una relación que comenzó con admiración… y acabó con lágrimas, traición y fantasmas que aún persiguen a ambas desde el más allá.
